Encontraron su cuerpo inerte, despatarrado, en la cama de su mansión. La policía reservó la escena, de lo que parecía un terrible crimen. Alguien le había arrancado el corazón. Todo era un misterio, hasta que su abogado llegó y encontró, aún tibio, el músculo cardiaco en la caja fuerte. Entonces recordó la profecía bíblica que decía: donde está tu tesoro, ahí está tu corazón.